lunes, 17 de octubre de 2011

Poesía


Se me ocurren tantas canciones y poemas, tantas frases que podría robar y escribir este momento enlazando la una con la otra...
En según que situaciones parece que se queda uno sin palabras, son tantos los sentimientos que se encuentran, las emociones todas juntas, contradiciéndose las unas con las otras y peleando entre ellas por ganar el primer puesto en el Top 10 de mi lista emocional que elegir de entre todo ese batiburrillo y ponerle palabras se hace casi una misión imposible.
Así que no lo voy ni a intentar, ahí dejo un par de maravillas, las joyas de la corona, dos poemas de los dos más grandes.
Que nadie se asuste con lo que leerá a continuación, no es eso lo que quiero expresar. Ni estoy con mal de amores ni le declaro mi amor a una mujer. Simplemente son bonitos, hermosos más bien, son la mejor manera, así, sin más.





Chau número tres

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres.

Sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro.

Te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota.

Te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía.

Pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono.

Estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos.

Estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra.

Estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen.

Y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.


Mario Benedetti



Poema 15


Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


Pablo Neruda