Empezar de nuevo nunca es fácil, es emocionante pero no fácil y si a eso le sumamos que suele hacerse porque lo anterior ya no vale, doble dificultad. Cambiar de casa, cambiar de barrio, cambiar de trabajo, hasta cambiar de peinado puede ser una tortura! Pero cambiar de país... ahí la emoción es doble y la dificultad triple.
Para una mudanza tan grande hay que empezar pronto, abrir armarios, cajones, altillos y no se sabe cómo ni de dónde empiezan a salir cosas y cositas y más cosas y más cositas, y fotos y cartas y libretas y papeles, además de la ropa... la de verano, la de invierno, la de media estación, bambas, botas, chanclas, zapatitos... los maquillajes, las gomas de pelo, los pasadores, la cajita de pendientes, la de los bolis, la de las cosas que no sabes si sirven para algo pero no vas a tirar... y en dos días llenas bolsas de basura con esas cosas que cabían en un cajón y ahora no tienen sitio en tu maleta, pobres cosas... yo me consuelo pensando que el “Punt Verd” les encontrará un lugar mejor.
Y aquí me encuentro, con ochocientas maletas, todas llenas con mis cosas. Las miro con un desespero tal que me entran ganas hasta de llorar y no por la inminente mudanza, porque me pregunto ¿cómo puedo llegar a acumular tanto con tan poco dinero?
Y bueno, aquí termina una etapa para empezar otra, digo yo que habrá un momento para todo y mientras uno sea y se sienta joven tendrá toda la vida por delante para hacer las cosas que se proponga.
Salud y besos a todos!