A veces quisiera tener los zapatos de Dorothy y no lo digo porque el rojo rubí me quedaría perfecto en los pies. Es sólo que algo tan fácil como cerrar los ojos, juntar los talones tres veces y decir “¡no hay nada cómo el hogar! ¡no hay nada cómo el hogar! ¡no hay nada cómo el hogar!” uff... quién sabe dónde aparecería...
Desde que yo nací mis padres nunca se mudaron, crecí en la calle Puigcerdà de Barcelona. En la Verneda y es que “la Verrne manda” como se lee en alguna que otra pared del barrio.
Aun hoy, después de haber habitado 5 casas más, esa sigue siendo mi casa (no sé qué dirán mis padres a todo esto...) Cinco casas, sí señor, no es poco y lo cierto es que todas fueron hogares, cumplieron su función a la perfección. Aunque hiciera frío en invierno y un calor agobiante en verano, aunque no tuviera un balcón, aunque hubiera un gato que me odiaba, etc. cada lugar tenía algo especial que lo hacía mío y todos y cada uno tienen mi cariño y muchos recuerdos bonitos, incluso a Miles le guardo afecto.
No es fácil salir del nido, al menos para algunos, no es fácil llegar de trabajar y tener toooodo por hacer, ni si quiera es fácil tomar la decisión de “ya lo haré mañana”. Pero justo con esa y otras tantas decisiones que tomas en el camino te das cuenta de cuán tuya es tu vida, es valiosa como la de todos los demás y es única e irrepetible. Así que mientras vas del trabajo a casa y de casa al trabajo y limpias o no y cocinas lo que te gusta y te lo comes en el sofá piensas y sueñas como vas a construir tu vida. Sueñas con el futuro y te acuerdas de tus sueños del pasado y quizás te das cuenta de que nada de aquello encaja en tu realidad actual, pero sueñas.
Y es que es tan bonito soñar! Si algo hay en mi familia son soñadores y es algo de lo que estoy orgullosa, muy orgullosa de llevar en mí la marca del soñador. Soñadores que sueñan con historias para contárselas al mundo, soñadores que dibujan sus sueños, soñadores que sueñan con personas que luego se convierten en muñecos, soñadores que sueñan con notas musicales que transforman en sus bandas sonoras, sueñan con películas, con familias, con viajes... y en ellos también existe mi hogar, no son mi casa, pero reconozco el olor al entrar en todas ellas y siento como si lo estuviera.
Así que supongo que el hogar dulce hogar debe estar en nosotros, en casa de los papis, de los iaios, de los tíos, en la nuestra, en la de nuestra mejor amiga... yo espero llevar el calor del hogar en mi corazón y que así me encuentre dónde quiera que vaya. Por lo pronto seguiré el camino de baldosas amarillas ;).
Adelante soñadora, no dejes nunca de soñar.
ResponderEliminarNena, es hermoso, me haciste pensar, recordar, sonreir.
ResponderEliminarTe quiero tanto!!!!!
Lo de que como esta el Blog, pues veras, yo no entiendo mucho de esto pero, me parece que queda fino a la vez que elegante.
ResponderEliminarA veces podemos encontrar un hogar en los lugares más inesperados... El mundo es un hogar maravilloso!
ResponderEliminarEspero que vayas explicandónos ese camino de baldosas amarillas para poder seguir tus pasos ;)
Chicas, gracias a todas por seguirme y por leerme. Es verdad Vane que el mundo es un lugar maravillosa y sí seguiré soñando porqué no se me ocurre otra manera de vivir y Verito, yo te quiero más!
ResponderEliminarMuy bueno amore!
ResponderEliminar"Me parezco al que llevaba el ladrillo consigo para mostrarle al mundo como era su casa"
besos!!
Di que sí, es que si no soñamos... ¿qué nos empuja a seguir adelante?
ResponderEliminarTe ha quedado muy chulo, muy chulo; y la foto... no hay plano más coqueto en esa película que el de Dorothy mirándose los zapatos,
besines*****
Gràcies Irene!!T'estimo molt!
ResponderEliminarPetonets :)